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2017-11-19 23:05:17 +01:00

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# Colonos, canales y presos. Poblados de colonización y colonias penitenciarias en la España verde de Franco.
Uno de los episodios más relevantes entre los procesos operados sobre el territorio peninsular
durante el siglo XX fue la llamada Colonización Interior. Descendiente de las tesis
regeneracionistas de final de siglo e inspirada en procesos análogos desarrollados en Italia,
Alemania o Israel, esta transformación productiva del territorio dirigida por el Instituto Nacional
de Colonización (INC) entre 1939 y 1973 significó fundamentalmente la preparación para el cultivo y
puesta en regadío de vastas extensiones de terreno a lo largo y ancho del Estado.
La necesidad de mano de obra para las tierras puestas en producción implicó la construcción de un
gran número de nuevos pueblos, los llamados poblados de colonización. Dispuestos en redes de
pequeños núcleos urbanos sitas en el interior de las zonas regables, estos asentamientos fueron
ensalzados por la propaganda de la dictadura como manifestación de una supuesta reordenación social
de la tierra vinculada a la reforma agraria. Pese a sus innovadores trazados urbanos, diseñados por
los principales arquitectos del momento, la gran mayoría de estudios y revisiones históricas
coinciden en la crítica de esta política colonizadora: los colonos pasaron a ser la mano de obra
barata y vigilada del intento franquista de intensificación agrícola, próximo en todo momento a los
intereses latifundistas y a las redes clientelares del régimen.
Esta colonización por otro lado no pudo tener lugar sin la política paralela de desarrollo de
infraestructuras hidráulicas. La puesta en regadío implicó la construcción de embalses y la
excavación de grandes canales y redes de acequias. En un Estado pauperizado tras la guerra y aislado
internacionalmente, estas obras necesitaron emplear a prisioneros de guerra y otros reclusos en lo
que ha sido llamado el trabajo esclavo durante el franquismo. Mediante el programa de Redención de
Penas por el Trabajo, toda una platforma de batallones de trabajadores, destacamentos penales y
colonias penitenciarias fue puesta al servicio -entre otros- del INC y las empresas constructoras
del momento.
Poblados de colonización y colonias penitenciarias aparecen en consecuencia como la cara visible y
la invisible de un mismo proceso de explotación de recursos humanos y naturales que transformó la
geografía hídrica y agraria del Estado. A finales de los años 50, ambos programas pasaron a ser
duramente criticados por instituciones internacionales. El uso de reclusos como fuerza de trabajo
terminó en 1962 y, una década después, la actividad del INC cesó completamente. La liberalización
del campo reemplazó paulatimante al Estado intervencionista y totalitario, y con ella se abrió paso
la gran industria agroalimentaria. A su encuentro, un territorio ya reformado, con infraestructuras
y suelos acondicionados, dispuesto como una extensa memoria material de un pasado de colonización y
trabajo esclavo.